martes, 19 de marzo de 2013

Las Olas



Hace un par de días un pequeño tropezón (*) en mi Camino me hizo buscar  rescate en uno de los libros de una de mis escritoras favoritas, el "Atlas de Geografía Humana" de Almudena Grandes.  El consuelo hallado fué doble (o incluso triple), porque encontré un artículo de Manuel Vicent publicado en la contraportada del País hace unos ocho o nueve años, que en ese momento guardé como un tesoro, pues intuí que esa enseñanza podría salvarme la vida, y no me equivoqué, pues así ha sido. Aprender a afrontar los problemas de uno en uno y a diseccionarlos después para enfrentarme a ellos ha impedido que yo naufragara mas de una vez y mas de dos en las profundidades de la complejidad de mis impetuosas, salvajes y embravecidas emociones

(*) "una piedra en mi Camino, me hizo ver que mi Destino", tropezón y rodilla en tierra, sonrostrón de los que escuecen y pican, cicatriz cerrada en falso que esconde una herida que chia desesperada con el gesto de caer. Levantarse, sacudir la tierra de las rodillas, sorber mocos y secarse las lágrimas, levantar la cabeza, sonreir y seguir adelante.  Hasta la próxima, piedra, porque sé que volveré a tropezar contigo




LAS OLAS por MANUEL VICENT

El mar sólo es un conjunto de olas sucesivas, igual que la vida se compone de días y horas, que fluyen una detrás de otra. Parece una división muy sencilla, pero esta operación, incorporada a la mente, ha salvado del naufragio a innumerables marineros y ha ayudado a superar en tierra muchas tragedias humanas. Recuerdo haber leído, tal vez en alguna novela de Conrad, si en medio de un gran temporal el navegante piensa que el mar encrespado forma un todo absoluto, el ánimo sobrecogido por la grandeza de la adversidad entregará muy pronto sus fuerzas al abismo; en cambio, si olvida que el mar es un monstruo insondable y concentra su pensamiento en la ola concreta que se acerca y  dedica todo el esfuerzo a esquivar su zarpazo y realiza sobre él una victoria singular, llegará el momento en el que el mar se calme y el barco volverá a navegar de modo placentero.

Como las olas del mar, los días y las horas baten nuestro espíritu llevando en su seno un dolor o un placer determinado que siempre acaba por pasar de largo. Cuando éramos niños desnudos en la playa no teníamos conciencia del mar abstracto sino del oleaje que invadía la arena y contra él se establecía el desafío. Cada ola era un combate. Había olas muy tendidas que apenas mojaban nuestros pies y otras más alzadas que hacían flotar nuestro cuerpo; algunas llegaban a inundarnos por completo con cierto amor apacible, pero, de pronto, a media distancia de nuestro pequeño horizonte marino aparecía una gran ola muy cóncava adornada con una furiosa cresta de espuma que era recibida con gritos sumamente excitados.  Los niños nos preparábamos para afrontarla: los más audaces preferían atravesarla clavándose en ella de cabeza. Otros conseguían coronarla acomodando el ritmo corporal a su embestida y quienes no veían en ella una lucha concreta sino un peligro insalvable quedaban abatidos y arrollados.

Con cuanto placer dormía uno esa noche con los labios salados y el cuerpo cansado, abrasado de sol pero no vencido. La práctica de aquellos años baños inocentes en la orilla del mar es la mejor filosofía para sobrevivir a las adversidades. El infinito no existe, el abismo sólo es un concepto. Las pequeñas tragedias de cada día se componen de olas que baten el costado de nuestro navío. La única sabiduría consiste en dividir la vida en días y horas para extraer de cada una de ellas una victoria concreta sobre el dolor y culminación del placer que te regale. Una sola ola es la que te hace naufragar. De esa es de la que hay que salvarse.

martes, 12 de febrero de 2013

Bienvenida@ al segundo Tercero Be, pasa y ponte comod@. Disculpa me por encontrarte esto a medias de construir, sin decorar, sin tunear,sin esos colores chulis que tanto me caracterizan (cosa que podrás comprobar si decides quedarte) (y yo decido seguir XD )pero es que me ha parecido importante empezar a dar forma a mi nueva casa virtual en un buen momento, un momento bonito (que para echar mierda fuera ya tendré tiempo de sobra), un momento en el que ¡por fin! soy calma, soy serenidad, tranquilidad, equilibrio,paz, sosiego y una enorme y dulce sonrisa.

No sabéis cuantas lágrimas me ha costado llegar hasta aquí, cuantos desvelos, desasosiegos y entripaos, cuantos dolores de cabeza al golpearme constantemente contra mis frustraciones. Tengo las rodillas despellejadas de tanto caer al tropezar una y otra vez con mis errores, magulladuras en el alma de intentar salir del laberinto que a veces han supuesto mis enmarañadas y siempre intensas emociones. Y todo esto, tratando de defender a la vez con uñas y dientes mi espacio, mi independencia, mis tiempos, mi descanso, mi intimidad, mi libertad.

Siempre he pensado que como bien dijo Kavafis, la vida es un Camino,  que en unos tramos se avanza mas rápido, otros mas despacio, en otros te sales del camino y llegas a alejarte tanto que ni lo ves, en otros te sientas a descansar a la orilla..... Hay gente que te acompaña durante un trecho porque lleva el mismo paso que tu, luego ese paso se desacompasa, de forma que queda atrás, o te rebasa, quizá mas adelante volváis a encontrarlos, o no, lo que es bien seguro que a poco que hagas recuento te habrá dejado un puñado de buenos recuerdos y experiencias (y solo por eso, positivas)

Hay gente que me ha acompañado durante esta etapa y que probablemente quede atras

Pero que no te confunda ni disuada esta presentación tan reflexiva, en el fondo soy profundamente superficial y en la superficie adorablemente divertida y puñetera :D